EXEQUIAS DE MANUEL DORREGO

El 19 de diciembre de 1829, se efectuó la exhumación del cuerpo del Coronel Manuel Dorrego del sitio en que fuera fusilado en la localidad de Navarro, provincia de Buenos Aires.
John Murray Forres, Cónsul de los Estados Unidos en Buenos Aires desde 1820 hasta 1831, describe en sus “crónicas diplomáticas, once años en Buenos Aires”, el cortejo fúnebre de quien en vida fuera Gobernador de Buenos Aires, y jefe indiscutido del Partido Federal:
“El gobierno, lo mismo que el pueblo, ha estado casi exclusivamente ocupado con los magníficos preparativos de honores fúnebres al extinto gobernador Dorrego, ordenados hace ya más de dos meses por un decreto del gobierno provincial. Esta solemne e impresionante ceremonia tuvo lugar antes de ayer, veintiuno del corriente. Una comisión de la Junta Provincial, acompañada de un cirujano designado por el gobierno, y por muchas personas voluntarias, se dirigieron a Navarro, lugar de la ejecución de Dorrego, donde fue primeramente enterrado. Allí fueron ayudados por el cura párroco, quien había administrado los últimos auxilios religiosos al infortunado Dorrego, y que por el hecho de haber concurrido al entierro, pudo identificar el lugar en que yacían los restos. Al ser exhumado, encontróse el cuerpo en un estado extraordinario de conservación. Fue transportado con gran cuidado a esta ciudad y depositado el 19 del corriente en la iglesia de la Piedad. El 20, día domingo, se ofreció una misa solemne a que concurrió muchísima gente. Un grupo respetable de ciudadanos armados hicieron guardia al féretro y por la tarde fue trasladado al Fuerte, donde tuvieron lugar otras ceremonias religiosas. El lunes, a las diez de la mañana, el cuerpo diplomático y consular extranjero, junto con todas las corporaciones y autoridades del país, concurrieron, previa invitación, al Fuerte, desde donde el féretro fue conducido a la Catedral, seguido por el Gobernador, sus ministros y las autoridades públicas. La procesión marchó a lo largo de una fila de unos tres mil hombres armados, consistente en tropas regulares y de milicias. En la Catedral se ofreció, con gran pompa, una solemne misa a los acordes del Réquiem de Mozart, estando la iglesia apropiadamente decorada con crespones negros. Se pronunció también una función que está publicada en los diarios de que enviaré copia. A las cinco de la tarde, la misma procesión de la mañana se organizó de nuevo en la Catedral y acompañó al féretro hasta el gran cementerio católico llamado “Iglesia de la Recoleta”, a una milla al norte de la ciudad y en mi vecindad inmediata. Esta inmensa e imponente multitud, a paso acompasado y solemne y en gran orden y silencio, pasó por delante de mi quinta. El Gobernador, los ministros de Estado y toda la procesión marchaban a pie. Icé nuestra bandera a media asta, como lo hizo también el encargado de negocios británico Mr. Parish, que vive en el mismo barrio. En el cementerio se había erigido un hermoso mausoleo donde fueron depositados los restos del extinto gobernador. Las ceremonias fueron clausuradas con un corto y sentido discurso de S.E. el Gobernador, tras lo cual la inmensa concurrencia se dispersó pacíficamente y en orden. Seguramente que todos los detalles de esta gran ceremonia Nacional se han de traducir y publicar en la Prensa de los Estados Unidos.
John Murray Forbes

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